Alguien observó no hace mucho que solemos perseguirnos. Por detrás de nuestra conciencia otras áreas de nuestro cerebro trabajan metódicamente, trayendo de pronto a nuestro pensamiento consciente recuerdos de cosas y personas largo tiempo enterradas en las mazmorras de la mente y sacándolas a la luz del día, donde se muestran como fantasmas borrosos e inquietantes. La sola idea impresiona; sin embargo, me lleva a pensar por sobre todo en la obra de Catalina Chervin.
La primera vez que vi los dibujos de Catalina y me describió su metodología de trabajo, me asaltó el pensamiento de encontrarme frente a una médium conduciendo una sesión espiritista, cayendo en trance e invitando a un espíritu a abandonar la oscuridad y mostrarse a la luz del día. Catalina inicia con elegantes marcas en tinta o grafito, preparando el camino y estableciendo un ritmo; luego, poco a poco, su mente se abre al dibujo. Tal como ocurre con la materialización de un espíritu, la materia comienza a emerger sobre la hoja. Al igual que una médium, Catalina no sabe qué irá a aparecer: para ella, dibujo y descubrimiento son una misma cosa. Se adentra en las sombras, en la oscuridad tras el papel, encuentra lo que comienza a surgir y lo invita a darse a conocer.
¿Qué es entonces lo que Chervin rescata de la oscuridad? Multitudes de figuras, torres, fisuras, nubes, tormentas, raíces enredadas, todo ello dibujado con exquisita precisión. Explosiones de la materia comparables a los dibujos tardíos de catástrofes naturales de Leonardo da Vinci. Paisajes a un tiempo delicados y aterradores; ella da forma visual a los estados de la mente, poniendo en escena el encuentro entre lo personal y lo cósmico.
Los dibujos de Chervin no revelan sus misterios. Parte de ello reside en la escala. Las formas que vemos, .poseen una inmensidad inimaginable? .O las estamos mirando a través de un microscopio? En el mismo sentido, intentar captar plenamente los temas es como intentar recordar un sueno, cuyas vicisitudes se desarrollan fuera de nuestra posibilidad de asirlas, deslizándose hacia otro plano. Pero la obra de Chervin nos mantiene bajo su hechizo merced al extraordinario poder de su ambientación y a las verdades sobre el espíritu humano que no cesa de susurrarnos. Los fantasmas que habitan los dibujos de Catalina Chervin nos obligan a continuar mirando.
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