INFOSURR, n°148, marzo-abril 2020
Fue José Pierre quien, en 1992, nos recomendó que invitáramos a la dibujante argentina Catalina Chervin, nacida en 1953 en Corrientes, en el noreste de Argentina, y residente actual de la Ciudad de Buenos Aires, a participar de nuestra muestra panorámica América Latina y el Surrealismo (Museo de Bochum, Alemania, 1993). Desde entonces, seguimos desde lejos, pero con interés, la evolución de esta artista prestigiosa que estuvo numerosas veces en Nueva York y que expuso en muchísimos lugares del mundo, en particular varias veces en Alemania, donde la crítica de arte la ubicó dentro de la tradición surrealista.
Es sabido que el surrealismo, como colectivo organizado, tuvo cierta importancia en Argentina: inicialmente, ya en 1928, gracias a la actividad de Aldo Pellegrini; luego desde fines de los años 50, con una ola surrealista que agrupaba a artistas tales como Juan Andralis, Roberto Aizenberg, Miguel Caride, Victor Chab, entre otros, y a poetas como Enrique Molina, Carlos Latorre, Francisco Madariaga, Olga Orozco, Julio Llinás, etc. En esa época, Fases constituía el nexo entre Buenos Aires y París.
Catalina Chervin era demasiado joven en aquella época como para haber tenido un contacto estrecho con ese entorno, aún más teniendo en cuenta que a partir de principios de los años 70, horribles dictaduras militares acallaron cualquier tipo de expresión artística libre en los países de América Latina. Por lo tanto, Chervin se hizo prácticamente ella sola su camino de artista.
Los dibujos de Chervin son automáticos, por lo menos muy espontáneos. En un primer período de trabajo que retuvo la atención de críticos como José Pierre, la artista creó, casi siempre en blanco y negro y utilizando de manera virtuosa la pluma, el lápiz y la carbonilla, un mundo extraño y extremadamente agitado, compuesto por cientos de miles de trazos delicados. Los dibujos de este período nos ofrecen imágenes del interior del cuerpo humano con sus circunvoluciones cerebrales, sus órganos, células, arterias, etc. Por momentos, se tiene la impresión de estar frente a feroces batallas entre criaturas sin cara ni cabeza que pululan como por un hormiguero. ¿O habría más bien que relacionar esos torbellinos de formas con los “paisajes interiores” de Matta?
Hacia fines de los años 90, los dibujos de Chervin se vuelven menos complejos y menos dinámicos, pero más abstractos. Nos muestran estructuras nubosas, surcos, torbellinos de agua, que a veces parecen nidos de pájaros. Algunos años más tarde –los formatos utilizados, de alrededor de 80x60 cm o viceversa, comienzan a ser más grandes– aparecen superficies más compactas y espesas, compuestas siempre de trazos minúsculos, superficies que hacen pensar en cortezas rugosas de árboles, a viejas paredes o a rocas que se pulverizan. Poco después, hacia 2004, la abstracción se vuelve casi total. Las superficies planas y aparentemente inanimadas, compuestas sin embargo por miles de finas partículas, no evocan ya nada concreto, a lo sumo rastros de pequeños organismos: es la monotonía de los grandes desiertos de arena. Resulta así poco sorprendente que Chervin haya dado títulos como Sobre la oscuridad y Sobre el apocalipsis a dos series de dibujos realizados entre los años 2004 y 2006.
A ese período de trabajo le sigue otro en el que aparecen nuevamente formas complejas y polimorfas cuya estructura parece ser el resultado de cortes transversales profundos, a través de otro cuerpo, el de la tierra, que nos muestra masas y objetos heterogéneos bastante misteriosos: ¿se trata de restos de civilizaciones hundidas? ¿Ruinas de edificios? ¿Flores putrefactas? Algunos de esos dibujos, de 2014 y posteriores, se presentan mediante dípticos de gran formato (200x300 cm, lo cual es muy grande para una obra gráfica). La exposición actual de Buenos Aires presenta una bella selección de esos dípticos que pertenecen a una serie llamada “Street Art”. Se exponen allí otros dibujos grandes que forman parte de las series De los paisajes escritos, De las pequeñas marcas y Efemérides. Junto a esos trabajos recientes – impresionantes, desde todo punto de vista–, en el Museo de Arte Contemporáneo se encuentra una gran selección de dibujos y de grabados de los periodos anteriores de la vida creativa de Catalina Chervin. Se trata, pues, de una suerte de retrospectiva y, por lo que podemos ver desde tan lejos, de una hermosa muestra. (Heribert Becker)
Catalina Chervin, Atmósferas y Entropía, 6 de marzo-3 de mayo de 2020, Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, Argentina.
|